Él es Alberto, un joven con discapacidad, amante del deporte, inquieto, deseoso de beberse la vida de a sorbos, para disfrutarla.
Ella es “Princesa”, una pequeña yegua, rescatada de la calle por empleados municipales y policías. Se encontraba en mal estado general y, como otros equinos, fue derivada a una Fundación donde recibió la atención que necesitaba.
En ese verdadero “paraíso” del que disfruta, luego del “infierno” vivido, la vida le presentó una gran oportunidad de entablar una verdadera amistad con Alberto.
Profesionales en la materia, con resultados a la vista, aseguran que niños y adolescentes que conviven con discapacidades motoras y mentales mejoran su calidad de vida gracias a la sesiones de equinoterapia.
Quizás, ninguno de los dos haya soñado esta amistad marcada por distintas situaciones vivenciadas.
Alberto lo cuenta a su manera y “Princesa” lo demuestra al acercarse cuando lo ve llegando en su silla de ruedas. Entre ellos se entienden y a la perfección.
En cada encuentro con el equino, Alberto toma otro sorbo de vida que lo robustece en alma, corazón y vida.
