Desde hace 8 años, nuestro pabellón provincial ondea junto a la bandera nacional en todas las reparticiones y organismos oficiales del territorio cordobés.
En sus tres colores y en su singular sol está representado el pasado y el presente de los cordobeses, sus raíces históricas, su legado cultural, social y político; y su vigoroso flamear muestra el orgullo de pertenecer y de haber nacido en esta tierra.
La insignia es el pabellón tricolor que todos conocemos y que actualmente identifica a la provincia: roja a la izquierda, blanca al medio y azul-celeste a la derecha. Cumplen el doble propósito de rescatar los colores empleados por Artigas y ser compatibles con las de las otras dos provincias de la Región Centro: Entre Ríos y Santa Fe simbolizando, de esta manera, la vocación integradora del área.
El rojo representa la sangre vertida y el federalismo abrazado por Córdoba, el azul-celeste los aportes a la independencia nacional y los cursos de agua que recorren la provincia y el blanco se refiere a la identidad de un pueblo formado por numerosas corrientes migratorias.
Contiene además la silueta del “sol jesuita”, que con sus 32 rayos (16 rectos y 16 ondulados) dispuestos alternadamente, coinciden desde los gráficos con el “sol inca o sol de mayo” presente en la bandera nacional, buscando reflejar la importancia política, social, cultural, educativa y religiosa de los jesuitas que dieron a lo largo de la historia a Córdoba un legado patrimonial, que ha sido reconocido por la UNESCO a fines del año 2000 como Patrimonio de la Humanidad.
Los detalles y características de la bandera fueron recogidos más adelante en la Ley 10.145 donde se especifica, entre otros aspectos, el diseño, las dimensiones, características y accesorios de la bandera oficial.
Hoy, como desde hace 8 años, la bandera está presente en la vida de los cordobeses.