La viruela y sus consecuencias en Frayle Muerto hoy Bell Ville.

El Centro Municipal de Estudios Históricos está publicando datos de nuestro rico pasado sobre epidemias que azotaron a este lugar.
En su libro “Córdoba y Bell Ville en la Historia de la Patria”, recientemente reeditado y publicado por el mencionado Centro Municipal, el Ing. Agustín Villarroel, hizo referencia, entre otros temas, a un brote de viruela sucedido en la región de Frayle Muerto (hoy Bell Ville) a fines del siglo XVII.
En aquellos remotos tiempos iban y venían desde el Alto Perú, tropas de carretas hasta el puerto de Buenos Aires haciendo el intercambio comercial en todo ese largo trayecto, de mercaderías de cierta categoría, capaces de soportar el recargo de tan dilatado transporte.
Una de esas tropas salió de la famosa ciudad de Potosí, cuyos cerros manaban plata según la tradición no exenta de verdad, en mayo de 1694 al mando de don Gabriel de Arandía.
Al llegar a la estancia de don Pedro Pinto que se denominaba “Los Algarrobales” hizo su parada por pocos días. En el descanso estalló de repente en la tropa de Arandía y pobladores de la región una espantosa epidemia de viruela y sarampión con graves derivaciones y el pánico consiguiente por ser la enfermedad, casi desconocida. El que tenía la desgracia de ser atacado era hombre muerto, porque si no moría de la enfermedad, fallecía abandonado por sus compañeros que huían de su contacto, presas del terror.
El Alférez Real Arandía fue de los primeros atacados, con tal gravedad y violencia que desde luego se temió por su vida. El Sr. Pinto en cuya estancia descansaba el paciente mandó sin pérdida de tiempo un chasqui en busca del cura del distrito, que lo encontró en su parroquia del Río 3º, 25 leguas al oeste.
Vino volando en su mejor caballo nuestro ya conocido Presb. Vélez y Herrera, le administró los sacramentos y lo puso en condiciones espirituales de emprender el otro viaje, vía de la eternidad.
La piedad del sacerdote no se detuvo aquí, sino que compadecido del triste estado de Arandía la alzó en el propio carretón de éste y lo llevó provisoriamente hasta la estancia de don Ignacio Sánchez, río arriba de Frayle Muerto.
Algunos días después, noticiado de su mejoría, lo hizo trasladar a su casa parroquial y estancia de la Santa Cruz (hoy “La Cruz”) sita en los valles de Calamuchita, próxima al gran dique y lago del Río 3º.
Allí el Padre Arteaga, colaborador celoso del Dr. Vélez siguió prodigándole sus atenciones médicas y espirituales y tras una obstinada lucha con la muerte, se vislumbró su derrota.
Tan luego que su estado lo permitió, fue trasladado a Córdoba siempre en su carretón, que era su casa ambulante desde su salida de Potosí y luego a Santa Catalina de propiedad de la Orden Jesuita a la que pertenecía el Reverendo Arteaga. Allí se realizó su rápida y franca convalecencia. Lo que sufrió el vecindario de Frayle Muerto y costas del Río 3º con esta epidemia no es para narrarlo, pero donde verdaderamente hizo estragos fue en las tribus indígenas.
Sus Machis (curanderos) no acertaban ni por carambola. La indiada moría a montones. Entonces decidieron tácitamente levantar sus toldos y su chusma y siga el que pueda, se internaron tierra adentro, jurando Cristiano Gualicho.
Vuelto —como se dice— de la otra vida y en pleno goce de sus facultades, don Gabriel de Arandía recordó su cometido.

Previo COMUNICADO #25 – 31 de marzo de 2020

1 Comment

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